jueves, 14 de abril de 2011

ABRIL 2011

L 2011ROJO FEROZ


Scarlett y Rosie March son dos hermanas cazadoras de Fenris, los hombres lobo que persiguen a su familia desde hace años. Ellos son los responsables de la muerte de su abuela y de que Scarlett perdiera un ojo en una dura lucha con uno de ellos por defender a su hermana pequeña. Dos hermanas, dos caracteres totalmente distintos pero atractivos y fuertes los dos, y Silas el joven y guapo vecino de toda la vida que siempre está ahí para protegerlas…aún cuando el peligro acecha tan de cerca.
Una novela que sorprende por su originalidad. La reinvención del mito de Caperucita Roja ha llegado, y sus heroínas están lejos de permitir que nadie les rompa su capa…



DULCES MENTIRAS


Louisville, Kentucky Enero, 1991. Los padres de Samantha Elliot acaban de morir y ella se encuentra en Nueva York, huérfana, divorciada y sola. Su casero, Michael Taggert, recibe el encargo de cuidar a Samantha y de hacer cumplir su única condición para percibir su herencia: buscar a su abuela, desaparecida de Louisville cuando ella era apenas una chiquilla.
Michael es un hombre hermoso, encantador, dotado de una energía tan contagiosa que, en su presencia, ella revive como una flor después de la lluvia. Y sin embargo, a Mike le cuesta llegar al corazón de Samantha. Pero no está dispuesto a renunciar. El mismo esfuerzo que dedicarán a desentrañar el pasado familiar de la protagonista les tendrá que servir también para aclara los caminos que deben unir sus vidas.



SIN CORAZÓN

Ariel Summers estaba decidida a escapar de una vida de pobreza como hija de campesinos. Se convertiría en amante del conde de Greville a cambio de recibir la refinada educación de una dama. Lo que no podía prever era la inoportuna muerte del conde y la atracción que sentiría hacia su hijo bastardo y heredero, Justin Ross. Justin atraido por el inocente encanto de ella se prometió que conseguiría atraerla. No podía imaginar que la ingenua pasión de Ariel reviviría en él emociones largo tiempo olvidadas. Sin embargo, la desconfianza y la traición amenazan la frágil felicidad que parecían haber conseguido, y Justin llegará al extremo de arriesgar su vida para demostrarle la sinceridad de su amor.



EL DESIGNIO DEL ÁNGEL

Clara es mitad ángel y mitad humana. Pronto llegará el día en que, como criatura sobrenatural, deberá cumplir su designio, aunque eso la lleve a tener que elegir entre su destino y su corazón. «Al principio veo a un chico entre los árboles. Es más o menos de mi edad, a medio camino entre la infancia y la madurez, quizá tiene sólo diecisiete años. Sólo le veo la nuca, el pelo negro rizado y húmedo que se le pega al cuello. Una extraña luz naranja cubre el cielo por el este. Un fuerte olor a humo. Avanzo un paso hacia el muchacho. La tierra cruje bajo mis pies. Él me oye. Empieza a darse la vuelta. Un segundo más y veré su cara. Es entonces cuando la visión me abandona. Parpadeo, y todo desaparece.»


EN LAS REDES DEL PLACER

Una fantasía secreta
Hunter tenía todo lo que deseaba hasta que una bala le hizo replantearse su trayectoria como SEAL. Inquieto e inseguro sobre su futuro, acepta una intrigante proposición: realizar con su amigo Ben y la novia de éste, Kata, la más secreta fantasía de la joven: un trío. Lo que iba a ser una aventura sexual sin importancia cambia de cariz al conocerla. Audaz y sexy, Kata es, además, vulnerable y distante. Decidido a que sea suya para siempre, sabe que para conseguirlo necesitará mucho más que una noche y que el tiempo corre en su contra.
Una obsesión incontrolable
Kata jamás deseó renunciar a la cómoda relación que mantenía con Ben y comenzar algo peligroso y prohibido con un desconocido. Sin embargo, a pesar de resistirse a él con todas sus fuerzas, se rinde finalmente al abrumador placer y a Hunter, el hombre capaz de satisfacer todas sus fantasías. Pero mientras se abandonan al poderoso deseo, comienzan a acechar las sombras del pasado. Ahora, para mantenerla a salvo, Hunter le hace una atrevida proposición. Aceptarla le destruirá el corazón, rechazarla podría acabar con su vida.



UNA LUZ EN LA VENTANA

Lady Saura Roget lleva una vida de servidumbre total —su patrimonio es controlado por su padrastro, un hombre sin escrúpulos— hasta que es enviada al castillo de Sir William de Miraval, un caballero que antaño había jurado vivir y morir guerreando hasta que su mundo se vio envuelto en una agonizante oscuridad.
A partir de ese momento la dama y el guerrero sucumbirán a una ardiente pasión... pero el peligro se cierne sobre ellos más allá de las paredes del castillo y muy pronto ambos se verán luchando por sus propias vidas, del mismo modo en que se rendirán a un incomparable amor.




EL DESTINO DE ARIANE

Ariana Cheney ha heredado de su madre la antigua sabiduría de otros tiempos, cuando las mujeres eran fuertes, independientes y conocían los secretos de la naturaleza... algo que la gente confunde fácilmente con la brujería. Ahora apenas se ve con fuerzas para continuar con su legado y mantener a salvo la isla-fortaleza de Faire, arruinada desde que su padre las abandonó. Y menos cuando tiene que luchar para disuadir al conde Renard, un impulsivo aristócrata que insiste en hacerla su esposa. Cuando un capitán navarro acude herido a su isla, la joven no puede evitar verse involucrada en la lucha contra Catherine de Médici, la madre del rey de Francia, más conocida como la Reina Oscura. Y sólo un hombre puede ayudarla, mal que le pese.
Aventura, seducción e intriga con un toque justo de magia y fantasía son los ingredientes que Susan Carroll combina a la perfección en su serie de novelas sobre las mujeres de la isla Faire.



UNA APUESTA ARRIESGADA

¿Puede un matrimonio de conveniencia tirar por tierra las convicciones de toda una vida?

Virginia Delgado es una escritora, independiente e inteligente, con una inexistente capacidad para los compromisos que, por un giro inesperado del destino, se ve obligada a tomar las riendas del negocio familiar. Para poder sacarlo adelante tendrá que aceptar la ayuda de Lucas Saldarriaga, ex empresario metido en política, autoritario, engreído y manipulador que, a cambio de abandonar su prometedora carrera, le impondrá una asombrosa condición: casarse con él para que su intachable reputación no se vea comprometida.

Pronto descubrirá que esta oferta, aparentemente desinteresada, esconde oscuros secretos, obligándola a debatirse entre la cuestionable lealtad de Lucas y su evidente atracción hacia él.
Nada es lo que parece y nada ocurre por casualidad, una mano negra amenaza la supervivencia del negocio y de la familia Delgado.

Un thriller trepidante con una apasionada historia de amor que te mantiene con la incógnita hasta el final.


CUANDO LA MEMORIA OLVIDA


En la vida de Ruth no hay sitio para nadie más… de hecho, ni siquiera hay sitio para ella misma. Cuida su casa, a sus hermanos (ya adultos) y a su padre, que no tiene las ideas muy claras. La mayor parte del día se le escapa en un centro para mayores, donde no sólo hace su trabajo sino también el de la arpía de su jefa. Su única vía de escape son las contadas reuniones con sus amigas y pasar algún sábado que otro con un amigo especial que le hace hermosos “diseños de interiores”.
La vida de Marcos es un cúmulo de experiencias y viajes. Imprevisible, impaciente y visceral hace lo que quiere, cuando quiere y como quiere (así le va). Tras varios años vagando sin rumbo fijo, decide volver a España, su país natal. La falta de previsión y la búsqueda de la comodidad se confabulan para que acabe viviendo en la casa de su madre, una mujer obsesionada con las telenovelas que vive por y para la ficción.
De niños eran los mejores amigos y los más fieros enemigos. Pero el destino los separó. Ahora vuelven a encontrarse, todo sigue igual y a la vez todo ha cambiado…


EL RUMOR DE UN ESCÁNDALO

Solo hace falta un escandaloso rumor para arruinar una reputación...
Lady Joanna Ware es la favorita de la sociedad, una anfitriona que ha dejado atrás su infeliz matrimonio con un mujeriego… hasta que su difunto esposo la deja al cuidado de su hija ilegítima fruto de sus escarceos amoroso…
Alexander, Lord Grant, es un explorador laureado como un héroe y aventurero. Desdeña a la sociedad y no quiere tener lazos familiares… hasta que su mejor amigo le deja al cuidado de su hija ilegítima…
Joanna y Alex discrepan nada más conocerse, así pues, ¿cómo van a comportarse de un modo lo bastante civilizado como para aunar fuerzas y recatar a la niña huérfana? Salvar a Nina les llevará de los rutilantes salones y bailes del Londres de la regencia a las gélidas y áridas tierras del Polo Norte y les pondrá a prueba a ellos mismos y a sus emociones. ¿Qué pasará cuando su amarga hostilidad se convierta en un deseo apasionado?
Cuidado con las mujeres escandalosas...



IMPROPIO DE UNA DAMA

Aquél no era lugar para una dama…
La señorita Bree Mallory no tenía tiempo para una dama aristócratas consentidos. ¡Estaba demasiado ocupada dirigiendo la mejor compañía de transporte de viajeros en funcionamiento! Pero un encuentro accidental con un conde, lo cambió todo.
La bella Bree no tardaría en hacerse un hueco en los círculos de la alta sociedad, pero esperaba que nadie descubriera que en una ocasión había tenido que conducir un coche de viajeros desde Londres hasta Newbury y había regresado sin la vigilancia de una carabina con el libertino conde de Penrith…






LA SECRETARIA DEL JEQUE

Se echó en sus brazos para vengarse de otro… y acabó enamorándose de él
Faltaban sólo unos días para la boda de sus sueños… cuando descubrió que su novio tenía la mala costumbre de serle infiel. Para curar su orgullo, Kiley Hendrick recurrió al hombre más solicitado que conocía: su jefe, el príncipe Rafiq de Lubia. Aunque el guapísimo príncipe había seducido a un sinfín de mujeres, lo único en lo que pensaba Kiley cuando le propuso convertirse en su amante era vengarse del hombre que la había humillado. Pasar de secretaria a amante resultó mucho más fácil de lo que ella habría esperado, lo que no esperaba era enamorarse locamente de alguien que podría darle todo lo que deseara, excepto su corazón…






RENACER

Bianca y Lucas se creían inseparables, pero su amor deberá superar la más difícil de todas las pruebas...
La peor pesadilla de Lucas se ha hecho realidad: es un vampiro. Se siente traicionado, rabioso y perdido a la vez; lo único que le mantiene cuerdo es su amor por Bianca. Pero ella tampoco lo tiene fácil; debe hacer frente a su nueva vida de fantasma y no puede ayudarlo tanto como querría.
Por esto, cuando la Cruz Negra se cruza de nuevo en su camino, deciden volver a la protección de los muros de Medianoche y, de paso, investigar el porqué de la lucha entre vampiros y fantasmas. Sin embargo, Lucas no mejora... Y, entonces, Bianca decide poner fin a su sufrimiento aunque para ello deba arriesgarlo absolutamente todo.


martes, 22 de marzo de 2011


Mentiras susurradas (
Sherrilyn Kenyon)





En esta nueva entrega de la serie B.A.D uno de sus agentes tendrá que aunar fuerzas con una informante en la que no puede confiar... ni a la que puede resistirse.
El agente del Departamento de Defensa Americano (B.A.D.) Carlos Delgado se ha pasado los últimos dieciséis años cubriéndose las espaldas, esperando el momento en que le atrapase la muerte. Su suerte cambia cuando los B.A.D. descubren un plan que pretende sembrar el caos y matar a incontables personas durante los días previos a las elecciones presidenciales y su única esperanza para evitarlo es capturar a un misterioso informante conocido como Mirage (espejismo). Pero cuando Carlos llega para custodiar a Mirage se da cuenta de que no es para nada la persona que esperaba encontrar –ni tampoco es la amenaza que se imaginaba para los secretos por los que moriría con tal de protegerlos.
Gabrielle Saxe se ha pasado una década escondiéndose de un asesino enviando chivatazos anónimos de organizaciones criminales a las agencias de inteligencia estatal. Y cuando le llega una nota de un amigo que supuestamente debía estar muerto, decide correr un gran riesgo metiéndose de lleno en una misión extremadamente peligrosa –y en los brazos de un hombre cuyo deber es entregarla a la Interpol como si de una criminal se tratase.
Carlos es la última persona en la que Gabrielle debería confiar y la única que se interpone entre ella y la muerte. Y, aunque no tenga ni idea, ella también es la llave para la supervivencia del agente...


 
Codicia (J. R. Ward)

Redención no es una palabra que Jim Heron conozca muy bien. Más bien su especialidad es la venganza y el pecado su amigo más cercano. Pero todo cambia cuando se convierte en un Ángel Caído y se le encomienda la tarea de salvar a siete personas de los siete pecados capitales... y el fracaso no está permitido.
Vin diPietro hace mucho tiempo que vendió su alma por sus negocios, y es el mejor en su profesión... hasta que el destino se interpone en la forma de un rudo motero que se ha autoproclamado su salvador. Y entonces conoce a una mujer que le hará cuestionarse su destino, su cordura y su corazón... y tendrá que unir fuerzas con un ángel caído para ganársela y redimir su alma.


El ángel caido (Nalini Singh)


La primera novela de la serie «El gremio de los cazadores», de Nalini Singh, la nueva maestra del género romántico paranormal.
EN UN MUNDO poblado por arcángeles, ángeles, vampiros, cazadores y humanos, Elena es una cazadora nata: es más fuerte que un humano normal y tiene un sentido del olfato más desarrollado, lo que le posibilita seguir el rastro de un vampiro y capturarlo.
Es la mejor en lo suyo, así que cuando el arcángel Rafael le asigne la misión de capturar a uno de los suyos, Elena deberá aceptar, a sabiendas que será una posible sentencia de muerte, pues sabrá mucho más de estos poderosos seres de lo que ningún otro cazador haya conocido jamás. Rafael se ve cada vez más intrigado por esta cazadora que osa cuestionar sus métodos. Ha vivido lo suficiente para saber que, cuando tiene entre manos a alguien que le fascina, no debe soltarlo…


LOBO (Sarah McCarty)

Una excitante nueva serie paranormal ambientada en los años posteriores a la Guerra Civil Norteamericana.
Addy Cameron ha pasado por un auténtico calvario: en su juventud fue raptada por los indios, que la tuvieron prisionera durante dos años, antes de que sus primos lograran encontrarla y devolverla a una vida civilizada. Pero aquella  experiencia dejó huella, y Addy se ha convertido en una mujer independiente y segura de sí misma que no permite que nadie controle su vida.
Isaiah, por su parte, tiene un pasado oscuro y peligroso. A lo largo de muchos años fue torturado y entrenado contra su voluntad para convertirle en un arma mortal, un “ejecutor”, mitad hombre, mitad lobo. Pero Isaiah lucha contra su destino, anhelando encontrar la paz que le robaron durante su niñez. La clase de paz que descubre cerca de Addy, aunque para disfrutarla tenga que hacerlo oculto por las sombras de la noche.
Todo cambiará cuando Addy vuelve a ser secuestrada. Isaiah logrará rescatarla, aunque, tal vez, eso suponga la perdición de ambos.

 
SIN MIEDO AL ESCÁNDALO (Emma Wildes)

Puede que Alexander St. James se un ladrón de corazones, pero no es un ladrón. Sin embargo, debe recuperar un objeto robado perteneciente a su familia para evitar un escándalo, y así entra en casa de lord Hathaway… solo para encontrarse con la cautivadora y casta lady Amelia en su dormitorio, con poco más que la expresión de sorpresa de su rostro.
Amelia se queda sin aliento con Alex, pero ¿es de miedo o de excitación? Cautivado por su belleza y encantado por su intelecto, ignora los rumores de escándalo mientras se propone seducir a la mujer de sus sueños.




Nuevo capitulo UN NUEVO COMIENZO

Gracias a Pilarralip por su apoyo y tiempo. Esto no sería lo mismo sin ella.

CAPITULO 14


-Bueno ahora ya sé de donde sacaste tu cabezonería.- Me dijo Edward.
- Mi padre, también era muy cabezota, cuando quería algo lo conseguía. Era capaz de manipularte para salirse con la suya. Era increíble.
- ¿Los echas de menos?- Preguntó.
- Si, pero una al final se acostumbra a vivir sin ellos. Es hacerse a la idea.
- Nunca me has hablado de ellos.
- Tampoco me has preguntado nunca directamente, no es algo de lo que hable sin dar pie a ello.
- ¿Cómo murieron?
- Mi padre murió hace poco más de siete años. De cáncer de hígado. Era muy reacio a ir al hospital, le dolía pero siempre decía que no era como para perder un día de trabajo para ir al médico. Así estuvo un par de años, cuando el dolor fue algo más notable, mi madre lo llevó  al hospital, haciendo caso omiso de sus protestas. En pocos días le diagnosticaron el cáncer, estaba tan extendido que no pudieron hacer nada más que darle medicamentos para que no sufriera. Fue rápido y no sufrió mucho.
- Lo siento.- Dijo él.
- No te preocupes como te he dicho es algo que se supera, pero me da rabia que fuera así, ya que si hubiera ido al médico antes, lo más seguro es que se hubiera salvado.- Le contesté. Era duro hablar de ello, pero era hora. Solo mi abuela era conocedora de todo lo que sufrí durante ese periodo de tiempo.-
- ¿Y tu madre?
- Ella se dejó morir. Ambos estaban muy unidos y cuando mi padre murió ella no lo soportó. Intentó sobrellevarlo por mí. Pero no lo consiguió. Murió seis meses después. 
Ambos nos quedamos callados, sin saber que decir.
- ¿Sabes algo? Pregunté. El negó con la cabeza, fijando la vista en la carretera. – Hubo un tiempo que los culpe por dejarme sola.  Estuve casi un año y medio sin ir al cementerio. No podía creer que me hubieran dejado. Me parecía muy egoísta por su parte que ninguno  luchara por quedarse en este mundo. Mi padre por dejadez y mi madre porque pensó más en ella que en mí.
- No creo que ellos quisieran dejarte. De eso estoy seguro.
- Ya,  de eso me di cuenta más tarde. Me fui a vivir con mi abuela, ella me ayudo mucho. – Siempre había tenido buena relación con ella, vivíamos en el mismo pueblo, por lo que nos veíamos todas las semanas. Pero no fue hasta que me fui con ella, que ambas conectamos y no hicimos como uña y carne.
El viaje se me estaba haciendo algo tedioso,  tenía el estomago revuelto, miraba el reloj y parecía que los minutos no pasaban.
- ¿Edward y ese humo?
- O mierda…. – Dijo llevándose las manos a la cabeza, por su expresión no creo que fuera algo bueno.
Paramos el coche en el arcén de la carretera, Edward se bajo, pero me pidió que yo me quedara en el coche. Tan sobre protector como siempre. Tras unos minutos trastabillando en el capó del coche, volvió dentro.
- ¿Qué es lo que pasa?
- Si te digo la verdad…. No tengo ni idea.- Mi mandíbula calló, literalmente.
- Edward… - Gemí. - ¿Qué es lo que vamos a hacer entonces?
- No te preocupes, llamaremos a la grúa.
Quince minutos después estábamos en la misma situación. Ya que ninguno de nuestro móviles tenía cobertura.
- Esperaremos hasta que pasé un coche.
- Llevamos sin ver un coche más de una hora y media. Y estamos a media mañana que es cuando debería haber más transito. Creo que lo mejor es ir andando hasta que consigamos cobertura o haya algún  pueblo desde donde podamos llamar.
- Creo que nos deberíamos quedar.- Insistió él.
- Edward, no voy a estar aquí en medio de la nada, esperando a que pase un coche, cuando no sabemos cuánto tiempo va a tardar en pasar eso.
- No es mi culpa que tuviéramos que tomar una carretera secundaría, porque la principal estaba en obras.-
- Y no te estoy echando la culpa, pero creo que deberíamos ir andando hasta que podamos llamar por teléfono.
- Pero tu pierna…
- Mi pierna está perfectamente.- Dije bajándome del coche. Me puse uno de los chalecos reflectantes y me puse a caminar. Escuche como Edward hacía lo mismo y corría, hasta que llegó hasta mi posición.
- Muy bien andaremos hasta que podamos llamar por teléfono. Pero no porque tu lo dijeras, si no porque creo que es la única solución.- Me dijo con una sonrisa burlona en su cara.
- Ya claro Cullen, tienes que admitir que soy más inteligente que tú.
Él solo negaba con la cabeza y reía.
Andamos como unas tres o cuatro horas. O quizás fueran mil, pero yo estaba que se me salía el hígado por la boca de lo cansada que estaba.
No podía creer,  cuando divisamos un motel en medio de esta carretera de mala muerte,  solo  quedaban  algunos metros para poder  sentarme por un largo rato.
Al entrar,  la recepcionista, nos contó que esa zona era bastante mala para la cobertura y que solo ciertas compañías conseguían tenerla. Llamamos al seguro y nos dijo que como mínimo tardarían un par de horas en llegar. Para entonces sería de noche y bastante tarde por lo que Edward alquiló una habitación, para poder asearnos un poco y bajar a la cafetería a tomar algo de cena.
Mientras Edward llamaba a  sus padres para avisar que hasta mañana no llegaríamos a casa, yo aproveché para meterme en la ducha, estaba sudada y seguro que olía como un albañil.
Me estaba aclarando el jabón de la cabeza cuando una presencia extraña entró conmigo en el plato de ducha.
Edward puso sus manos sobre mi vientre y con los dedos pulgares hacia pequeños círculos que hizo que todo en mí se estremeciera. Daba pequeños besos en mi cuello, mi nuca y  mis hombros. Apoye la cabeza sobre su pecho cuando sus manos se posaron sobre mis pechos, una mano la mantuvo ahí pero la otra bajo por mi vientre hasta que encontró mi centro.
Baje una de mis manos a su erección, comencé a masturbarlo, con movimientos suaves, pero constantes. Un gemido salió de mis labios cuando introdujo uno de sus dedos dentro de mí.
La mano que me quedaba libre la tuve que apoyar contra la pared para no caerme, mis piernas empezaban a flaquear.
Necesitaba sentir sus labios sobre los míos. Intentando que nuestro contacto no se perdiera me di la vuelta. Edward viendo mis intenciones puso las cosas más fáciles, pero cuando estuve totalmente girada, no perdió tiempo y me empujó contra la pared, los fríos azulejos eran algo incómodos, pero esa incomodidad pasó cuando sus labios se posaron sobre los míos, con ferocidad metió su lengua en mi boca en busca de la mía.
Introdujo otro dedo en mi interior, bombeaba con fuerza, me quedaba poco si sus embistes continuaban así.
Al igual que sus dedos cogieron velocidad mi mano también, notaba como su polla crecía en mi mano.
Sin más preámbulos sacó sus dedos de mi interior, haciendo que un gemido lastimero saliera de mi boca.
Me alzo y yo enredé mis piernas en su cintura. De un solo empuje se introdujo en mí.
- ¡¡Ahhgg!! Gemí.
Edward no perdió tiempo y empezó a embestir con fuerza, enterré mi cara en su cuello. Le daba pequeñas mordidas y bebía el agua que caía de la ducha sobre su piel.
Edward jadeaba sobre mi oído lo que hacía que me excitara aun más si es que eso era posible. No tarde mucho en llegar al orgasmo, todos los músculos de mi cuerpo se contrajeron. Daba gracias a que Edward me tenía bien sujeta, si no ya estaría en el suelo.
Él gritó cuando culminó dentro de mí.
Pasaron varios minutos hasta que ambos nos recompusimos y pudimos terminar de ducharnos.
Nos pusimos las mismas ropas que traíamos y bajamos a la pequeña cafetería del motel.
La comida no era muy buena, pero esta famélica por lo que tampoco me quejé demasiado.
Al subir a la habitación Edward me tomo por los hombros y me besó apasionadamente.
- No creas que con lo de antes tengo suficiente.- Dijo frotando su evidente erección contra mis muslos.
Cuando me desperté al día siguiente, podía sentir por todo mi cuerpo las consecuencias de lo sucedido por la noche. Descubrí  que me encontraba sola en la cama. Elevé  la vista para darme cuenta que Edward no estaba en la habitación y como la puerta del baño estaba abierta y no había ruidos, pude deducir que tampoco estaba en él.
Sin perder  ni un minuto más  me  levante corriendo de la cama para entrar al baño y darme una ducha. Después de la salvaje noche de sexo que habíamos tenido era bastante urgente el que me diera una buena, larga y relajante ducha.
Cuando el agua caliente comenzó a caer por mi piel no pude evitar rememorar lo ocurrido la tarde anterior en ese mismo lugar. Para mí era la primera vez que tenía sexo contra una pared y por consiguiente también en la ducha. Era una de mis muchas fantasías,  aún me quedaban algunas y esperaba  que Edward me ayudara a llevarlas a buen fin.
Salí de la ducha y como seguía  sin tener más ropa me  volví a poner la misma del día anterior. Me hice una coleta y salí del baño.
Como Edward aún no había aparecido decidí bajar a recepción para preguntar por él.
- Buenos días.- Me dijo Edward  justo mientras   cerraba la puerta de la habitación.
-¡Hola!- Exclamé.- Iba a buscarte.
- Baje cuando me llamarón desde recepción para decirme que el taxi había llegado para recogernos.
Después de que la grúa recogiera el coche de Edward y nos avisaran de que  se lo llevarían a Seattle para repararlo, tuvimos que llamar a un taxi para que nos recogiera hoy. Por la hora que era se había adelantado, pero no importaba si ambos estábamos listos.
Tardamos otras dos horas hasta que llegamos a Seattle. Nos dejo en casa. Después de cambiarnos, por fin  de ropa, pudimos ir a casa de los padres de Edward a por Anne.
Por insistencia de Esme, nos quedamos a cenar. Yo interiormente lo agradecí muchísimo, porque no tenía ninguna gana de ponerme a cocinar tras llegar a casa. Además de que la cocina de Esme era genial.
Comimos pollo asado con puré de patatas y ensalada.
Tanto Esme como Carlisle, me preguntaron por la salud de mi abuela. Les conté todo lo ocurrido en Forks y como le costó a mi abuela el que alguien le echara una mano en la casa. Esme estaba de acuerdo con nosotros, decía que era absolutamente necesario que alguien la ayudara con su edad, además de que no era bueno que estuviera tanto tiempo sola, podría ocurrirle algo.
Después de cenar, tomamos café, pero no tardamos mucho en irnos ya que Anne se quedaba dormida sobre el sofá, aunque ella decía que no estaba cansada.
Llegamos a casa y después de que metiéramos  a la niña en la cama Edward y yo nos fuimos a nuestra habitación. El día anterior había sido muy largo y estaba que no me podía mantener en pié.
Por desgracia era lunes, y lo menos que necesitaba cuando llegué a la oficina era una mala noticia pero así era. El detective que llevaba el caso de mi asalto, me llamó para comunicarme que aún no habían dado con el jefe de seguridad, pues seguía desaparecido y el chico nuevo no tenía mucha información que dar, por lo que no era muy útil.
Según el detective, había dos personas implicadas. No habían sido capaces de identificar a ninguna de las dos personas. Yo le pregunte como era posible que hubiera dos personas, si en principio solo se veía a una sola persona. Pero todo tenía una explicación según él. La segunda persona no salía  directamente en el video, lo había  averiguando a través de un reflejo del cristal del coche.
Al parecer por el físico,  esa persona era una mujer,  que no dejaba de sonreír mientras me atacaban.
Un nudo se formo en mi estomago, no entendía quien podía haberme hecho eso. No tenía enemigos y tampoco habían pedido nada, por lo que no encontraba la razón.
Al principio llegué a pensar que se habían equivocado de persona, pero después de la charla con el detective ese pensamiento quedaba descartado. Iban a por mí y de eso ya estaba totalmente segura. Así que ahora solo quedaba encontrar quien era esa persona y porque.
El miércoles llegó antes de lo que hubiese querido. Edward se marchaba y no volvería hasta el viernes, por lo que pasaría dos noches fuera.
Habíamos invitado a Alice y a Rose a la fiesta de pijama, pero  ninguna de las dos pudo venir, por lo que quedamos solo Anne y yo.
Al final decidimos que en vez de quedarnos en casa, iríamos al cine y después nos comeríamos unas hamburguesas.
Vimos “Enredados”, y nos reímos muchísimos. Tanto que casi me atraganto con unas palomitas en una de las escenas. Casi se me saltan las lágrimas en el final, pero me repuse rápido. No podía dejar que una película de dibujos me afectara tanto.
Después de la peli, comimos hamburguesas y como aún era pronto nos paramos en un parque que había cerca de casa.
Sobre las ocho y medía llegamos a casa. Anne y yo nos metimos juntas en la bañera de hidromasajes y estuvimos jugando en el agua hasta que esta se empezó a quedar fría. Nos pusimos el pijama y como su padre no estaba en casa y me parecía ridículo hacer dos camas al día siguientes dormimos juntas en mi cama. Ella se puso tan contenta que hasta intento saltar en la cama, pero no lo consiguió porque el colchón no era de muelles si no de viscolástica. Hizo un puchero al darse cuenta, pero no tardo en meterse entre las sabanas y quedarse profundamente dormida.
Yo me quedé un rato leyendo, sobre todo haciendo tiempo hasta que Edward me llamara. Eso ocurrió a las diez pasadas.
- ¡Hola!! Dije en un susurro.
- ¿Por qué susurras Bella? Pregunto Edward divertido.
- Anne está dormida y no quiero despertarla.
- ¿En nuestra cama? Pregunto.
- Si.
- Valla, eso es… es genial Bella. Me alegra mucho que os llevéis tan bien.
- No hay una razón para no hacerlo.
Nuestra conversación fue fluida. Le conté todo lo que habíamos hecho después de dejarle a él en el aeropuerto. Le recordé como Anne me había hecho prometer que no se olvidaría de traer un regalito para ella y una bolita de nieve para mí. Parecía ridículo, pero me encantaba coleccionarlas. Ya fueran porque me las regalaban o porque yo misma las compraba cuando visitaba distintos lugares.
Nos despedimos y yo más tranquila me quede dormida como un tronco.
Por la mañana todo parecía ir sobre ruedas, llegamos temprano  a la escuela,  y estuvimos esperando diez minutos en la puerta.
Después me fui a la oficina y allí estuve entretenida hasta que llegó la hora de comer. Como no tenía ganas de salir. Llamé para que me trajeran algo de comida china.
Pronto dieron las cinco y tuve que ir a por Anne al cole. De camino le compre un bollo en una tienda para que así pudiera merendar.
- ¿Qué te parece ir al parque hoy también?, hace buen día.
- ¿En serio? ¡Qué bien!
De camino al parque se comió el bollito, no era una niña que se moviera mucho, era bastante tranquila, por lo que le controlaba los dulces que comía, era más duro que el mismo pediatra la pusiera a dieta que el que nosotros le controláramos lo que comía.
Estaba sentada en un banco, leyendo un libro cuando note como alguien se sentaba a mi lado. No le di importancia pensando que sería una de las mamas que estaban en el parque.
- Todo lo que Anne tiene de guapa lo ha sacado de mí.- Tras ese comentario levanté la vista de golpe. No me podía creer que la ex de Edward estuviera a mi lado. – Esa niña vive gracias a mí.- Esa vez note un tono amargo en su voz.
- Si hubiera sido por ti esa niña no hubiera nacido, no seas cínica.- Le dije.
- Pero es mía.
- De eso nada, Edward tiene por completo la custodia porque tú se la cediste. Ahora no puedes cambiar de opinión.
- Claro que puedo, soy su madre.
- Te sugiero que no te metas con Edward, porque no vas a conseguir lo que te propones. Eso te lo puedo asegurar.
- Es mi HIJA y puedo reclamar mi derecho como madre.
- Ese derecho, lo perdiste, cuando te desentendiste de ella. Tú quieres algo, pero ese algo no es la niña. Te aconsejo que hables claro, porque si no vas a pagar las consecuencias.
- No voy a permitir que tú ocupes mi lugar.
-¿A qué lugar te refieres? ¿El de madre?- Pregunte.- Ya te he dicho que tanto el derecho a ella y el derecho a madre lo perdiste el día que te fuiste. No vengas a reclamar algo que no te pertenece.
- Te estás metiendo donde no te llaman Isabella. Ten cuidado no vaya a pasarte algo de lo que luego te arrepientas.
- ¿Me estas amenazando?- Pregunte. Ella podría haber sido la causante del mi asalto, la mujer del video.
- Solo te estoy avisando, se que te has ido a vivir con Edward. No voy a dejar que te quedes con lo que es mío. Y Edward y Anne me pertenecen. – Sin decir ni una palabra más se levantó y se marcho sin echar un vistazo a donde Anne se encontraba.
Me levanté del banco y recogí a la niña para volver cuanto antes a casa. Tenía que hablar con Edward y preguntarle si ella sería capaz de hacer algo como lo que me había pasado. Tenía miedo, pero más que miedo por mí, tenía miedo por la niña. Sabía que Edward estaba preparado por si ella estaba dispuesta a intentar conseguir la custodia, pero con todo y eso el miedo corría por mis venas.
Sin querer alterar a Anne, seguimos los pasos habituales de por la tarde.
La di de cenar, la metí en la bañera y la deje jugando un rato. Después le puse el pijama la peine y la metí en la cama de mi habitación, como la noche anterior.
Bajé a la cocina para hacerme una ensalada, para comérmela mientras llamaba a Edward. Estaba aliñándola, cuando pensé que quizás no hacía falta decirle a Edward nada por ahora, llegaría por la mañana y entonces hablaría con él. No quería hacerle coger un vuelo de noche, porque sabía que eso era lo que iba hacer si se lo contaba esta noche.
Por lo que antes de marcar el teléfono, intenté tranquilizarme, para que él no notara nada extraño en mí.
Me contó que la reunión había ido genial y que estaba deseando de volver a casa para abrazar a sus chicas. Yo le conté todo mi día, exceptuando claro está el episodio con Lauren en el parque. Después de eso solo nos decíamos palabras de cariño y afecto. Parecíamos adolescentes cuando llegó la hora de colgar, porque ninguno de los dos quería hacerlo. Al final nos pusimos de acuerdo y lo hicimos a la vez.
Subí con una sonrisa en mi cara, pero esa sonrisa se agrandó cuando vi a la pequeña abrazada a la almohada de su padre. Al parecer ella también le echaba de menos.
Había llegado al coche después de dejar a Anne en el colegio cuando me volví para hablar con la directora.
- ¿En qué puedo ayudarle, señorita Swan? Me pregunto la directora. Era una señora  de unos cincuenta años que vestía muy seria. Parecía que era muy exigente, casi me hizo volver a mi época de Instituto.
-Me gustaría saber si cualquier persona se puede llevar a la niña del colegio.
-Por supuesto que no, esa persona tiene que estar autorizada.
- ¿Y si esa persona dice ser su madre?
- Conozco el caso de Anne, señorita Swan. Su madre no esta autorizada para recogerla, si viniera ella no podría llevarse a la niña del colegio. Las únicas personas que tienen autorización para llevarse a la niña son usted y el señor Cullen.
- Bien, gracias por la información.
- No es nada. Espero que no esté ocurriendo nada importante.
- Aún no lo sabemos con seguridad, era solo por prevenir.
- Entonces quédese tranquila.
Al llegar a la oficina, fue una gran sorpresa encontrarme a Edward sentado en mi sillón.
- Llega tarde señorita Swan. Tendré que hablar con su superior.- Dijo intentando parecer serio.
Yo me lance a sus brazos, buscando sus labios con los míos. El beso me dejo sin respiración, después Edward me cedió mi sitio y el se sentó en frente.
- Dime que es lo que te pasa, ayer no quise preguntarte porque sabía que no me dirías nada. Pero ya estoy aquí. – Dijo tomando una de mis manos.
Le conté todo lo ocurrido, incluso mis sospechas. También le conté lo que había hablado con la directora del colegio por la mañana.
Edward me levantó de la silla y nos fuimos hasta el coche que le había dejado el seguro hasta que el suyo estuviera arreglado.
- ¿Donde vamos?- Pregunte cuando el coche ya estaba en marcha.
-Vamos a  hablar con el detective y a conseguir una orden de alejamiento para Lauren. Desde la comisaria llamaré a mi abogado para que esté atento con el tema de Anne.
Tras veinte minutos de viaje, llegamos a la comisaría. Después de hablar con el detective que llevaba mi caso, dijo que como Edward había solicitado se crearía una orden de alejamiento, pero además ellos la investigarían por si encontraban  algo que les sirviera para el caso.
Todo esto parecía una sería de policías, y solo tenía ganas de que el final llegara pronto. Para poder descansar y vivir tranquila.

También admito comentarios  :)















Capitulo 1 "JUST A I LOVE YOU"

CAPITULO 1

-Bueno chicos, esto es todo por hoy. Recuerden que la semana que viene hay exámenes. Espero que podamos superar los aprobados del examen anterior, ya que fue un poco desastroso.
Salí en dirección a la cafetería para encontrarme con mi grupo de amigos. Eche un vistazo por las mesas y enseguida los divisé.
- Como estas Belly Bells. ¿Cómo te han ido las clases hasta ahora?- Preguntó Emmet.
-Bien, no me puedo quejar. Hay días peores. ¿Y vosotros que tal?
- Bien.- Contesto Rose.- Se acerca el baile de primavera, podríamos ir al centro comercial para ir viendo vestidos. No podemos dejarlo todo para última hora, Bella. Nos quedaremos con lo peor.- Lo dijo haciendo una mueca de desagrado con la cara.
- Esta semana estoy muy liada, tengo examen de biología la semana que viene, pero me puedo tomar un descaso el sábado. ¿Qué te parece?
- Mejor eso que nada. Dijo ella.
- ¿Te quedaras esta tarde también en la biblioteca?
- Si, prefiero estudiar aquí. Hay más silencio que en mi casa.
- Bien, entonces ya nos vemos mañana ¿no?
- Si. - Se despidieron cuando salían de la cafetería para volver a sus clases.
Normalmente siempre me quedaba en la biblioteca para estudiar, ya que en mi casa en el momento que mi padre llegaba del trabajo, ponía la televisión a todo volumen y no había quien se concentrara.
Pero desde hacía poco más de una semana que algo me hacia ir a la biblioteca además de mis estudios. En el lugar donde siempre se sentaba, había una nota dirigida a mí.
Al principio pensaba que era una broma pesada de Tanya y sus secuaces, pero ya estaba empezando a dudar. Que chica de diecisiete años no sueña con tener un pretendiente. Aunque éste sea anónimo.
La campana de la última clase sonó, y fui directamente a la biblioteca. Y como todos los días desde había una semana y media, una nota estaba sobre la silla.
Tomé el sobre en mis manos y saque el pequeño papel que estaba doblado por la mitad.
“Cada día te ves más guapa y cada día me cuesta más apartar mis ojos de ti”.
Si tan solo supiera quién era… pensé para mí.
Puse mi mochila sobre la mesa y comencé a sacar mis libros. Cuando la puerta de la biblioteca se abrió. No hizo falta que me girara, para saber se quien se trataban. Las pocas féminas que se encontraban en la biblioteca comenzaron a suspirar cuando Edward Cullen entró. No entendía que era lo que se le perdía en la biblioteca, pero llevaba más de un mes viniendo regularmente todas las tardes. Se sentaba en la punta opuesta  de donde yo me encontraba y se tiraba toda la tarde allí. Aún seguía allí cuando yo me marchaba. Ninguno de los del bando Cullen pisaban la Biblioteca, solo lo hacían  para lo más estricto y necesario. Pero al parecer el estaba creando moda. Desde que parte del instituto y por parte me refiero a las chicas, se enteraron de que Edward Cullen estudiaba en la biblioteca del instituto, cada día se veía más abarrota y como consecuencia a eso había más ruido.
Si no fuera porque en realidad me picaba el gusanillo de saber quién era el que me dejaba las notas hubiera dejado de venir en el momento que la silenciosa biblioteca se convirtió en un murmullo continuo.
Pero mi desespero por concentrarme era mayor que las ganas de conocer a mi admirador. Sabiendo que lo más posible es que fuera una broma de las brujas de Forks.
Esa tarde en concreto la gente estaba más habladora de lo normal. Mi paciencia llegó a un límite cuando dos chicas se sentaron en mi misma mesa, ya que tenían mejor vistas hacia Edward, según lo que ellas habían dicho. Abrieron sus libros y así los dejaron durante más de veinte minutos que estuvieron hablando de lo guapísimo que era Edward. Me harté. Por lo que recogí mis cosas. Pero antes de irme tenía algo que hacer.
- Podrías hacer que tu sequito de seguidoras se fueran a la mierda. Hay gente que viene a la biblioteca a estudiar y por tu culpa no lo podemos conseguir. – Le dije a Edward bastante mosqueada.
- Te molesta mi presencia.
- ¿Tu presencia? No te voy a decir por donde me paso tu presencia. Las que me molestan son estas.- Dije señalando la estancia en general.- Que no dejan de hablar cuando deberían estar estudiando.  Desde que te pareció divertido pasar las tardes en la biblioteca has fastidiado ha bastante gente.
- También tengo derecho de venir a la biblioteca ¿no?
- Desde cuando los Cullen vienen a estudiar a la biblioteca. Te puedo decir que llevo viniendo desde segundo grado y no aparecéis nunca. Y ahora de repente…. Estas aquí.
- Yo no tengo la culpa de que ellas me persigan.
- Y yo tampoco, pero ahora tendré que buscar un sitio tranquilo donde estudiar.
- ¿Por qué?- Pregunto.
- Porque con este ruido no hay quien estudie. Dije dándome la vuelta.
Salí al aparcamiento y me acerqué al coche. Antes tenía una vieja Chevy de mi abuelo, pero la pobre murió hace poco más de seis meses. Mi padre me sorprendió con un coche nuevo para mi cumpleaños. Al parecer era mi regalo de graduación adelantado. En realidad mi padre me confesó que parte del dinero con el que había pagado el coche era la generosa cuota mensual que mi madre me mandaba desde que se fue de casa, para casarse con un antiguo amor de juventud. Nos dejo a mi padre y a mí en la estacada por puro capricho suyo. Se pensaba que mandándome ese dinero lo arreglaría todo, pero las cosas no eran así. Le di libertad a mi padre para que usara el dinero en el que el creyera competente. Por lo que usó algo más de la mitad del dinero para el coche. Lo que restaba, sería una ayuda para mis estudios.  Me había comprado un Colt CZC, descapotable. Era pequeñito pero ideal para mí. Aunque tenía cuatro plazas las de atrás eran bastante pequeñas por lo que apenas las usaba.
Eche mis trastos al asiento del copiloto, me puse el cinturón y fui en busca de un sitio tranquilo.
Conduje por la carretera 101 de Forks como unos cuantos o cinco kilómetros, cuando vi un camino que se apartaba a la derecha. No estaba  en mal estado por lo que no tuve problemas en pasar con el coche. Llegó un momento que no podía avanzar más, aparqué el coche a un lado del camino, dejando suficiente hueco como para que pasara otro coche en el caso de que eso ocurriera. Tomé mi mochila y caminé por el sendero que se veía a la izquierda. No caminé mucho cuando me encontré con un prado enorme y precioso. Estaba lleno de florecillas moradas. Hacía un contraste increíble con el verde de la hierba. No había llovido en días, por suerte, por lo que el suelo no estaba húmedo, un punto a mi favor.
El sol se escondía tras las montañas cuando decidí que era hora de volver a casa, no quería que se me complicara la vuelta al coche.
Aún quedaban algunos rayos de sol cuando aparqué delante de casa.
Subí a mi habitación a dejar la mochila y la chaqueta. Fui a la cocina a hacer la cena antes de que llegara mi padre de trabajar.
Preparé filetes de pechuga rebozados con ensalada. Estaba poniendo la mesa cuando apareció por la puerta.
- Hola. Me saludó.
- Ey! ¿Cómo te fue el día?- Le pregunte mientras dejaba sus cosas en el armario de la entrada y volvía a la cocina.
- Bien, lo bueno de vivir en Forks es que no hay muchos delincuentes.- Charlie, trabajaba en la comisaría de Forks, era el Jefe de policía, el estaba muy orgulloso de su trabajo y yo tranquila porque como bien había dicho él, no había muchos delincuentes.
Después de cenar Charlie se fue a la sala de estar a ver un rato la tele mientras yo recogía los platos, y los fregaba.
Tras terminar mi trabajo, me despedí de Charlie y subí a mi habitación. En el prado que había encontrado por la tarde había terminado prácticamente todos los ejercicios que tenía que hacer, por lo que repasé un poco lo dado en el día y me cambie de ropa. Una vez dentro de la cama, tome mi libro de la semana, Abrazos nocturnos de Sherrilyn Keyon. Era una saga de vampiros raros, lo que más me gustaba es que la saga contaba con más de veinte libros. Y yo solo iba por el tercero, por lo que estaría entretenida por una larga temporada.
A la mañana siguiente, por fin era viernes. Después de vestirse y desayunar algo, tomé mis cosas y me fui al instituto.
Al llegar al aparcamiento, me di cuenta que había llegado un poco pronto. Solo estaban los coches de algunos profesores y  muy pocos alumnos. Me acomodé en mi asiento y puse la radio. Estuve escuchando música hasta que alguien toco la ventanilla del coche. Al abrir los ojos, me encontré a Emmet mirándome divertido.
- ¿Vives en tu coche Bella y no me lo has dicho? -Preguntó burlón.
- No seas idiota Emmet. – Le conteste cuando bajé del coche.- Llegue demasiado pronto y no había nadie.
Fuimos dentro del edificio, en el camino nos encontramos con Rose y Ángela.
- ¿Qué tal chicas?- Pregunte.
- Bien, contentas de que sea viernes por fin. Acuérdate de que me prometiste que mañana iríamos al centro comercial.
- No se me ha olvidado, Rose, no te preocupes. ¿Vas a venir Ángela? Miraremos algunos vestidos para el baile de primavera.
- Genial!! Salida de chicas.
- Entonces os recogeré a las once, iremos en mi coche, porque en el de Bella iríamos apretujadas y paso.
- Oyes, no te metas con mi coche. Es un Huevito monísimo. – Haciendo un pequeño puchero.
- Si, venga Bells, es un huevo, pero Kinder, porque tiene sorpresa cuando te monta en el asiento trasero y ¿sabes cuál es?
- No sé, sorpréndeme.
- Que no entras. -Los cuatros soltamos una carcajada, tenía su gracia, sobre todo porque era verdad.
El timbre sonó y nos dispersamos, cada uno a su clase. La mañana pasaba sin ningún altercado, pero claro, aún no había tenido clase de matemáticas con Tanya Cullen, la prima de Edward. La muy imbécil no tenía otro pasatiempo mejor que meterse conmigo, era una guerra entre bandos, unas veces gana ella y otras ganaba yo. Nunca habíamos llegado a las manos, pero ganas no me faltaban.
No entendía este pique conmigo, porque a ninguna otra persona la tenía tanta manía. Se pensaba que por ser sobrina del Doctor Cullen tenía más derecho que ninguna otra persona a vivir en este pueblo. Pero claro a ella había que sumarle  a las idiotas de sus humanas, Kate y Irina, a mí me recordaban a las hermanastras de cenicienta, por lo tontas que eran. Seguían a su hermana como las abejas siguen a la abeja reina. También estaba Lauren, que era igual que ellas. En el grupito de los Cullen También se encontraba Edward, por supuesto. El rompe bragas del instituto que traía a las nenas locas, y tan solo le costaba una simple mirada, por lo que cuando se le ocurría sonreír, las tenia lamiendo sus pies como si fuera un rey del siglo XVIII. Daba un poco de repulsa el verlas todo el día babeando detrás suya. Por último se encontraba Alice, Alice Cullen. Creo que de esa familia era la única que se salvaba. Parecía una chica normal, si no fuera por lo hiperactiva que llegaba a ser. Tenía un par de clases con ellas y había hablado poco con ella, pero era amable.
Tras el almuerzo tocaba mi clase tan esperada, Matemáticas. Cuando entre a la clase me senté en mi sitio de siempre.
- Vaya Swan, cuánto tiempo sin verte. -Dijo Tanya a mi lado.
- Si claro, desde ayer. Piérdete Tanya.
- Que genio. No deberías de sentirte tan segura sin estar con tu grupito de cuarta.
- Y tú donde dejaste a las perritas falderas que tienes por hermanas, ¿se están lavando una a la otra en el baño?
- Deberías de tener un poco de clase, Swan. Nunca se sabe cuando la vas a necesitar.
- Mira, si teniendo clase, me voy a parecer a ti, prefiero se una paleta de pueblo, gracias.
- Como te…
- Todo el mundo a sus asientos.- Dijo el profesor, cortando la siguiente frase ingeniosa que diría ella.
La clase fue tranquila, repasamos las derivadas para poder en la siguiente clase comenzar con las integrales. Eso iba a ser divertido.
Cuando salí del edificio camino del aparcamiento, estaba empezando a llover por lo que no podría ir a al prado esa tarde. Tendría que ir a casa, pero justo hoy viernes, Charlie siempre salía antes de trabajar y en casa no podría estudiar. No me quedaban muchas opciones. Aunque ya era tarde, podría echar un vistazo en la biblioteca para ver si Cullen había tenido mejores cosas que hacer y sus seguidoras no habían ido allí esta tarde.
Me di la vuelta y entre de nuevo en el edificio, no me llevó mucho tiempo llegar a la biblioteca. Abrí la puerta despacio, algo me llamaba la atención, Edward Cullen llevaba un sobre blanco en la mano y lo depositaba en la silla, donde yo debería estar sentada en esos momentos. Su cara se veía triste y por suerte o por fortuna no había nadie más allí.
Me acerqué a él con sigilo y me puse detrás de él.
- ¿Qué estás haciendo? – Mi pregunta le sobresaltó y se giró rápidamente para mirarme.
- Nada. ¿Que iba a estar haciendo? -Dijo.
- Espero que te lo hayas pasado bien. -Le dije. Viendo ahora más de cerca que el sobre que tenía en sus manos era idéntico al de mis notas. –
- No te entiendo.
- Pues está muy claro, eras tú no el que me dejaba las notitas aquí todos los días. La verdad no sé qué es lo que satisfacción le sacabas a mandarme notas.
- No es lo que tú crees. No me estaba divirtiendo de ti.
- No me vengas con chorradas Edward, no me vengas diciendo que estas enamorado de mí, porque ni me lo creo yo, ni tampoco tú. Deja de perder el tiempo y de que yo lo pierda también. – Iba hacia la puerta pero me giré.- Si venías todas las tardes  aquí a ver mi reacción o a lo que sea, puedes volver a tus actividades cotidianas y dejar que yo vuelva a las mías-. Su cara estaba inexpresiva exceptuada  por un deje de tristeza que tenían sus ojos.
Fui hasta mi coche y me fui a casa. Esto era la única cosa que me faltaba, que Cullen se estuviera mofando de mí, no sé que tenía esa familia en mi contra y porque todos la tomaban conmigo. La actitud de Tanya no la entendía, no era bonita ni extravagante, no le hacia la competencia en nada. Lo único que hacía mejor que ella eran los estudios, pero eso no parecía lo más importante para ella. Pero menos entendía a Edward, nunca habíamos sido amigos, ni siquiera había intercambiado con él más de tres palabras seguidas. Se podría decir que he hablado más con él en estos dos días que en todos los años de instituto.
Pero esas pequeñas palabras que me dirigía me hacían la mujer más feliz de la tierra. Una parte de mi corazón intentaba pensar que alguna vez él se fijaría en mí. Pero esa pequeña esperanza la perdía cuando lo veía aparecer con una de su nueva conquista. El que me ignorase y fuera invisible para él no dolía tanto como el desprecio y la burla de esa tarde. Podía soportarlo de Tanya pero no de Edward.
Cuando llegué a casa me encerré  en mi habitación y me  puse a estudiar. Tenía que adelantar trabajo para poder salir mañana de compras con Rose.
Nosotros, los Swan como nos llamaban, nos mezclábamos con todo el mundo, ni nosotros éramos mejores que nadie, ni nadie era mejor que nosotros. Lo del nombre la verdad no lo entendía, ya que Swan solo éramos Emmet, mi primo, y yo. Podríamos contar de que Rose era Swan a medias, ya que era la novia de Emmet. Luego también estaba Jessica y Ángela y el novio de ésta, Ben. No éramos un grupo muy numeroso, solo amigos que nos conocíamos desde pequeños y siempre nos hemos llevado bien.
A las diez y media de la noche me metí en la cama y en cuestión de minutos mis ojos se cerraron, pero antes de eso lo único que mi mente era capaz de procesar era unos ojos esmeraldas que no era capaz de sacar de mi subconsciente.
…………………………..
- Rose no pienso salir de aquí con este vestido y menos pienso ir al baile con esto.- Hacia más de dos horas que estábamos en el centro comercial y ya había perdido la cuenta de los vestidos que me había probado.
- ¿Rose?- Donde se había metido, maldita sea. Como medida de precaución, me había quitado mi ropa, para que si o si, tuviera que salir del probador con lo ellas me entregaban.
- Rose, no tiene gracia.- Abrí un poquito la puerta, he intenté ver por una rendija. Pero no estaba al menos no en mi campo de visión. No me quedo otra que abrir la puerta y salir a investigar.
Asomé la cabeza y mire para ambos lados, pero no estaba.
- ¿Rose?- La llamé de nuevo.
- A mi me parece que te queda genial.- Esperaba que ese comentario no fuera dirigido a mí, pero con todo y eso me gire para ver de quien se trataba.
Mis ojos no daban crédito a lo que veían, era Alice Cullen.
- Tapa lo justo y lo necesario, no me gusta.- Le conteste.
- Volverás loco a tu pareja eso tenlo por segura.- Dijo ella con una sonrisa en la cara.
- No tengo pareja, iremos en grupo como siempre.- Le dije.
- Eso está bien, yo iré con mis primas y mi hermano no lo sé, a alguien se lo pedirá como siempre.- Lo dijo como si no le imprtara.
- ¿No tuviste ningún pretendiente para el baile?- Pregunte curiosa.
- Si, pero… ninguno me agradó.-
- Esto… ¿por casualidad no habrás visto a Rosalie Hale por aquí vedad?
- Están en la parte de los complementos.- Dijo ella señalando hacia nuestra derecha.
- Genial, ahora me tengo que pasear medio desnuda por toda la tienda.- Dije para mí misma, pero en voz alta.- Gracias, iré en busca de mi ropa.- Le dije a Alice.
- Si te esperas aquí, pudo ir yo a buscarla.- La mire con los ojos de par en par.
- ¿En serio? -Pregunte sorprendida.
- Claro boba, no voy a hacer que vallas con el vestido por toda la tienda, te llamaran la atención. Espera aquí, vuelvo en seguida.- Sin más se marchó y yo me quedé asombrada por su ayuda. Siempre había sabido que Alice no era tan bruja como sus primas, pero parecía como si le hubieran comido el seso.
- No sabía que las prostitutas tenían permiso para entrar en esta tienda. – Dijo una voz chillona, la cual conocía perfectamente.
- Ni yo tampoco, por el hecho de que tu estas dentro Tanya. Anda si hasta trajiste a tus caniches, ¿También dejan entrar perros?- Dije haciendo referencia a sus dos hermanas.
- Que poca clase Swan, espero que ese vestido no seas el que vas a llevar al baile, porque harás el ridículo delante de todo el mundo.
- Si esa es la sensación que  te doy, en mi idioma eso quiere decir que me queda genial ¿verdad? Quizás lo lleve. – Me pase las manos por la parte baja del vestido, como si alisara las arrugas.
- A mí me gusta.- Dijo una voz detrás de Tanya.
- Cállate Edward nadie te pidió opinión.
- Y tú no eres nadie para hacerme callar. Porque no dejas a Swan tranquila y te vas a comprar algún modelito.
- Toma Bella. – Escuche a Alice detrás de mí.- Rose me dio la ropa, dice que te juntes con ella en las cajas. Con ese vestido.- Dijo con una sonrisa en la cara.
- Gracias Alice te debo una.
- Tranquila.- Dijo.- ¿Nos vamos Edward?- Le preguntó a su hermano.
- Claro. Adiós Swan. -
- Cullen.- Dije en modo de despidida.
Entre de nuevo en el probador, y me cambie de ropa. El vestido me lo llevaba y no porque lo hubiera dicho Rose, si no porque si Tanya dice que me queda mal, eso significa todo lo contrario. La verdad que era bonito. Era de color azul petróleo a medio muslo, iba sujeto al cuello con una cinta que iba sujeta de entre los pechos, formando así un nudo entre ellos.
Salí del probador con mi vestido en mano y me dirigí a las cajas para pagar. En principio no iba a comprar nada, íbamos a esperar una semana más, ya que todavía quedaban tres semanas para el baile. Lo bueno era que al tener ya el vestido me ahorraría otro viaje al centro comercial. No es que odiara las compras, pero no era mi pasatiempo favorito.
Después de salir de la tienda fuimos a comer, que bien no lo merecíamos. No se decidían por lo que terminamos por ir a una cafetería donde había de todo y para todos los gustos.
Yo me pedí una ensalada cesar, haciendo hueco para la tarta de chocolate de ese sitio que era espectacular. Después de comer, las chicas siguieron viendo ropas y zapatos y yo me escapé hasta una librería, por ahora tenía que leer pero nunca estaba de más echar un vistacito.
Pero para mi desgracia no llegué a la librería.
No era mucho de ir de compras, pero tengo que reconocer que tonta no soy y que cuando veo algo bonito, lo admito. Y eso fue lo que me ocurrió cuando pasé al lado de una zapatería. Había unas sandalias de tacón alto, todo el pié quedaba al aire y éste se sujetaba gracias a una cinta por encima de los dedos cubierta por piedrecitas. También se sujetaban a la altura del tobillo con otra cinta con piedrecitas y una de raso que le daría varias vueltas a mi tobillo.
Eran preciosas y no pude evitar entrar a por ellas. Miré la hora y me di cuenta que ya no tendría tiempo para ir a la librería y disfrutar un largo tiempo de la textura y olor de  los libros. Pero si me daba tiempo a ir por un café y sentarme para descansar los pies unos minutos antes de juntarme con las chicas y volver a casa.
Eran las nueve y media de la noche cuando las chicas me dejaron en la puerta de mi casa. Nos despedimos hasta el lunes ya que el domingo se me iría entre arreglar un poco la casa y estudiar para el examen de biología que tenía el lunes. Necesitaba una buena nota para que me concedieran la beca de la universidad. Aún no había decidido a cual iría, tendría que decidirme pronto ya que no disponía ya de mucho más tiempo o me quedaría sin plazas.
Cuando entre en casa Charlie aún no había regresado de su visita a los Black. Por lo que me hice un sándwich y me fui a la sala a comérmelo mientras veía un rato la televisión. No había mucho donde elegir, por lo que no tardé mucho en irme a mi habitación.
Colgué el vestido en el armario y guardé los zapatos. Me había gastado una fortuna, para ir a un baile donde ni siquiera tenía pareja. Era un poco penoso, pero aún lo sería más si este fuera el baile de fin de curso.
Siempre decía que era mejor ir sola o como en mi caso en grupo, que ir con un pedante que te arruinara la noche.
El domingo cuando me quise dar cuenta era la hora de la comida, al menos la casa había quedado un poco adecentada y podía disponer de la tarde para estudiar.
A media tarde recibí una llamada de Ángela, con intención de salir a tomar algo. Cuando había una negativa por mi parte ellos consideraban eso un sí. Tenía que estudiar por dios, y nadie lo entendía.
Una hora más tarde de la llamada de Ángela llamaron a mi puerta.
- Tengo que estudiar y no voy a salir.- Dije antes de abrir la puerta.
- O abres la puerta o llamo a Emmet para que la tire a bajo. Llevas semanas estudiando para ese maldito eximente y te lo tienes que saber mejor que el padre nuestro.
- Necesito repasar.
- Repasaras después de salir un rato.- Dijo ella después de que le abriera la puerta.- Vamos solo iremos un rato al bar del primo de Jessica, esta a las afuera del pueblo, no es como si tuviéramos horas de coche.
- Esta bien, solo un rato. Pero llevaré mi coche para venirme cuando me plazca.- Le conteste.
- Es un trato. Ahora cámbiate, que no vas a salir en chándal.
No me arregle mucho, me puse unos vaqueros ajustados, un jersey de hilo negro y unas botas negras de media caña. Me maquille un poco, me revolví el pelo. Y ya estaba lista. Tome el bolso con mi cartera, el móvil, las llaves del coche y de la casa. Salí a la calle.
- ¿Nos vemos allí?- Pregunté.
- Claro, sígueme. – Dijo Emmet desde su jeep.- Si puedes.- Sonrió como un bobo.
Cuando llegamos había bastante gente en el lugar. Pero con suerte encontramos una mesa al fondo del local.
Pedimos algunas bebidas y charlamos por un largo tiempo. Yo no hacía más que mirar el reloj de mi muñeca, hasta que Rose se mosqueó y me lo quitó. Cuando comencé a mirar la hora en el móvil, ella me miró con ojos entrecerrados, como diciendo que sabía lo que me pasaría si seguía haciéndolo. Asentí en su dirección, indicándole que había pillado la indirecta.
Los chicos salieron a bailar, era un show, ver a Emmet bailar, pero lo mejor era como la gente le seguía el rollo y al final todos terminaban como él. Envidiaba la manera que tenía de pasárselo tan bien, con algo tan simple. Aunque por nuestras venas pasaba casi la misma sangre no nos parecíamos en nada, éramos muy diferentes, pero con todo y eso nos llevábamos genial, éramos como hermanos.
La tarde iba bien, hasta que las divas entraron por la puerta apartando a la gente como si fueran la peste. Se sentaron en una mesa que gracias a dios estaba bien lejos de la nuestra porque no quería ningún altercado con ellas. No tenía cuerpo para ello. Poco después entraron los hermanos Cullen. Mire en su dirección justo cuando Alice hacia lo mismo, me saludo con una sonrisa que le devolví encantada.
- Hola preciosa ¿por qué no bailas conmigo?- Me preguntó alguien.
- Porque no me apetece, piérdete James. – Le contesté.
- Vamos estas aquí sola, tus amigos te han abandonado, baila conmigo.- Insistió él.
- Que no, pesado.- Dije levantándome de mi asiento.- Déjame pasar que quiero ir al baño.
- ¿Es eso una invitación?
- Es una invitación a que si sigues molestándome te quedaras sin descendencia. Largo.- Intenté apártalo con la mano, pero él me la sujeto, fuerte. – Suéltame.
- Se que lo estas deseando, Bella. Se como me miras cuando estamos en clase de Biología.
Si el idiota supiera que no lo miraba a él sino a Edward que está justo detrás suyo…
Intenté soltarme pero él me lo impedía.
- Vamos Bella… Dijo acercando su cara a la mía, entonces noté el desagradable olor a cerveza.
- Estas borracho y te vas arrepentir de esto,  porque Emmet viene para acá.
Me soltó de golpe sin saber que era mentira lo que le decía, pero esa  distracción por su parte me dio a mí para poder empujarlo y salir en dirección al baño.
Cuando llegué me encerré en un cubículo e intenté tranquilizarme. Tras unos minutos salí, me moje un poco la cara, me lavé las manos y salí. Volví a la mesa porque no encontré ni a Rose ni a Emmet por allí. Esperaría un poco y si no aparecía le mandaría un mensaje y me iría a casa.
- Hola Bella.
- Hola Alice.- Le contesté. Se había sentado a mi lado y no me había dado ni cuenta.
- Estas un poco sola.- Me dijo, como si eso fuera algo extraño en mí.
- Estoy esperando a Emmet y Rose. Me iré en seguida.- Le dije.
- Yo también me quiero ir, pero mi hermano está ocupado, y mis primas también. Ninguno me quiere llevar a casa.
Mira hacia la pista y allí estaba Cullen, bailando con una chica, que no conocía solo me sonaba su cara de verla por los pasillos del instituto. Debía ir a segundo curso o así. Si le llamaba el playboy del instituto era por algo ¿no? Algo en mi interior se revolvió, por lo que decidí no darle más tiempo e irme a casa.
- Si quieres te llevo, me voy ya.
- ¿En serio? Eso sería genial. Cojo mi bolso y nos vemos en la salida ¿vale?
- Bien nos vemos fuera.
Mientras caminaba a la salida le mande un mensaje a Rose para que no se preocupara, ya le preguntaría yo a esta a ver donde se habían metido todos, porque ni siquiera Ángela aparecía.
Cuando Alice salió nos montamos en el coche y nos pusimos rumbo a su casa.
- Porque tienes un descapotable con todo lo que llueve aquí.
- Mi padre lo eligió, al parecer él siempre quiso uno. Quiso realizar su sueño en mí.
- Pero no podrás quitarle mucho la capota.
- No, pero es agradable que el viento te dé en la cara, aunque ese viento sea algo frio. – Le dije entre risas.
- Me imagino que tienes razón.
No hablamos más en todo el camino, no la conocía mucho por lo que no sabía de qué hablar con ella.
Cuando la deje en su casa, se despidió y yo me marché.
Esa noche repasé un  poco antes de meterme en la cama. Y una noche más me dormí pensando en esos orbes verdes que me sacaba de mis casillas.