martes, 22 de marzo de 2011

Capitulo 13 "UN NUEVO COMIENZO"

CAPITULO 13


- mmm, pero que bien huele. Dijo una voz a mi espalda.
- Pues espero que sepa igual. Dije yo. – Anee y yo hemos estado cocinando toda la tarde ¿verdad que si cariño?- Le pregunte a la niña.
- Si, toda la tarde. Yo he ayudado a Bella hacer la ensalada y el postre. Mmm que está de rico.- Dijo relamiéndose los labios.
- Has llegado un poco tarde. Le dije a Edward.
- Si, hubo algunos problemas con algunos envíos, tuve que quedarme un poco más hasta que logré resolver los problemillas.
- Bueno el lunes tendréis un par de manos más trabajando. – Por fin el lunes me incorporaba al trabajo, estaba deseando. La casa se me venía encima, estando todo el día sola. Levaba y traía a la niña al colegio, hacia la comida y la cena. Esas eran mis labores. Que no digo que fueran malas, admiraba a todas las amas de casas que lo llevaban tan bien, pero yo no lo soportaba.
- Ya, el miércoles que vine tengo que salir de viaje. Me iré por la tarde, tengo una reunión el jueves por la mañana y otra por la tarde. Llegaré el viernes, iré directamente a la oficina.
- Vale. Nosotras haremos una fiesta pijama. ¿Qué te parece Anne? Le pregunte a al Peke.
- ¿En serio? ¿Veremos películas y comeremos chucherías? Dijo ella toda ilusionada.
- Por supuesto que es una fiesta de pijama sin películas y chuches. ¿Qué te parece si llamamos a Alice y a Rose?
- Si!!!
- Bueno, me voy a ofender. Parece ser que no me vais a echar mucho de menos.- Dijo Edward haciendo un pequeño puchero.
- Claro que te echaremos de menos. Yo sobre todo te echare de menos en la cama y al despertar por la mañana. Dije esto último en un susurro.
- Bella… Dijo sobre mi oído, poniéndome los pelos de punta. – Como me…
Fue interrumpido por el teléfono.
- Yo lo cojo.- Le dije.- Tú pon la mesa.
- A sus ordenes mi capitán. Dijo de forma burlona, llevando su mano a la cabeza como un saludo militar.
Me acerqué al teléfono y descolgué.
- ¿SI?
- Hablo con Isabella Swan.
- SI soy yo.
- Hablo desde el hospital de Forks. Su abuela ha tenido un accidente. Y se encuentra ingresada.
- ¿Pero está bien? ¿Qué ha pasado?
- Se encuentra relativamente bien. Tiene una contusión en una pierna, tendrá que estar en reposo una semana. Por lo demás se encuentra bien.
- Pero que fue lo que pasó.
- Al parecer se resbaló y cayó al suelo. Por suerte no se ha roto ningún hueso.
- Bien iré en cuanto pueda.
- Ella no quería que la avisáramos, pero hemos tenido un problema de fondos.
- Perdón! Me está diciendo que si no hubieran tenido problemas a la hora de cobrar no me hubiera enterado, que mi abuela, una persona de setenta y tantos años, ha tenido un accidente.
- Ella lo pidió así.
- Ya, es una señora que por lo que me ha dicho, no se puede valer por sí sola. Y me está diciendo que no me iban a avisar, yo, que soy su única familia.
- Ella no está senil, está sana. Ella nos pidió que no avisáramos a nadie, y así lo hicimos. El problema aquí es que ella no tiene fondos para pagar el hospital, y si usted no se hace cargos no podrá quedarse más tiempo ingresada.
- Mi abuela estará ingresada todo el tiempo que los médicos vean competente. Porque si cuando yo llegué mañana mi abuela no se encuentra en el hospital, se os va a caer el pelo.
- ¿Me está diciendo que usted se va hacer cargo de los gastos?
- Pues claro, maldita sea. Yo me pondré en contacto mañana con el hospital.
- Muy bien, buenas noches.
- Malditos chupasangres.- Murmuré.
- ¿Qué ha pasado? Pregunto Edward cuando llegué al comedor.
- Mi abuela ha tenido un accidente y está ingresada en el hospital de Forks.
- ¿Es grave?
- No, al parecer solo tiene una contusión en la pierna por la caída. Al menos no se ha roto un hueso, eso hubiera sido peor. Pero sabes que es lo mejor. Que no me llamabas para avisarme que estaba ingresada, si no porque mi abuela no tiene para pagar.
- Bueno no te preocupes, mañana iremos y lo solucionaremos. Me tomo de la mano y tiro de mi hasta que quede sentada sobre sus piernas.
- No tienes que venir. Sé que tienes trabajo que hacer.
- Hablare con Jasper. No te preocupes.
- Bien. Cenemos.- Me levante y serví la cena.
Cenamos tranquilos. Anne nos distrajo durante toda la cena hablándonos de todo lo que había hecho en la escuela. Al parecer había llegado un niño nuevo, y no se relacionaba muy bien. Era un poco arisco según nos dijo ella.
Después de la cena y de recoger los platos. Bañe a Anne y la acosté.
- ¿Se ha dormido ya? Pregunto Edward.
- Si, estaba agotada. Cogí mi pijama de la cómoda, pero antes de poder quitarme la camiseta que llevaba puesta unas manos lo impidieron. Edward me dio la vuelta dejándome frente a él. Cogió el pijama de mis manos y lo tiró al suelo.
- No sé porque incites en ponértelo, cuando yo siempre te lo termino quitando.
-Quizás sea porque me gusta que me lo quites.
- Bueno, pues hoy nos ahorraremos tiempo y esfuerzo.
Bajo las manos hasta el borde de mi camiseta y me la sacó por la cabeza. Mis manos hicieron exactamente lo mismo con la suya. Sus manos recorría mi piel, besaba mis hombros y hacia caminos de besos hasta que sus labios se posaron sobre los míos.
Me cogió en volandas y me posó sobre la cama. Besaba mis labios mientras desabrocha mis pantalones y me los quitaba.
Sus labios se posaron sobre mis pechos aún con el sujetador puesto. Pero eso duro poco. Lo desabrochó y lo mandó junto con el resto de la ropa.
Mis manos fueron a la cinturilla del pantalón de su pijama. Se lo baje y con ayuda de mis pies se los quite del todo.
El resto de la ropa salió volando al igual que toda la demás.
- Por favor no puedo más. Le susurre en el oído.
Pase mis piernas por su cintura y entró en mí en una sola estocada.
Los movimientos era fluidos y lentos.
- Más. Le apremié.
Sus embestidas se hicieron más rápidas y fuertes.
No tardamos mucho en llegar juntos al clímax.
Nos acurrucamos el uno junto al otro. Morfeo no se hizo esperar y ambos caímos en un plácido sueño.
A la mañana siguiente Edward y yo nos encontrábamos en el coche de camino a Forks. Anne se había quedado en casa de sus abuelos. Ella quería venir, pero el hospital no era un buen lugar para niños. Pero me hizo prometer que la llevaría a conocer a mi abuela pronto.
- Gracias por acompañarme.- Le dije a Edward.
- No hay nada que agradecer, lo hago encantado.
- A mi abuela le vas a encantar, estoy segura. Le he hablado de ti y está deseando de conocerte.
- Pues solo quedan un par de horas para que eso pase. Dijo él tomándome de la mano.
- Es una cabezota, no sé porque, no quería que me avisaran. Se llevará una sorpresa cuando nos vea allí.
- Seguramente no quería preocuparte.
- No, lo que no quiere es que me entere de sus problemas de dinero, es una orgullosa.
El resto del camino fue tranquilo. No se me hizo demasiado largo y eso era gracias a la compañía de Edward.
Al llegar a la recepción del hospital, me indicaron la habitación de mi abuela. Cuando llegué allí estaba totalmente dormida.
- Quédate, yo iré a arreglar lo del pago.
- Edward, puedo arreglar eso más tarde. Le dije.
- Lo mío es tuyo y lo tuyo es mío. Recuérdalo.
- Que cabezón que llegas a ser tu también.
No levaba más de diez minutos en la habitación cuando mi abuela se despertó.
- Como se encuentra señora Marie. Le dije en broma.
- ¿Bella? Pregunto.
- La misma que viste y calza. ¿Cómo estás?
- ¿Qué haces aquí?
- Pues he venido a ver a mi abuela que está ingresada en el hospital. No me has contestado ¿Cómo estás?
- Estoy bien. Les dije a las enfermeras no te avisaran.
- Ya bueno, pues me avisaron.- Me levanté de la silla y me acerqué a ella. Le planté un buen beso en la mejilla.- Te he echado de menos nana.
- Y yo también cariño. Pero no tenías que hacer un camino tan largo tu sola. No me gusta que conduzcas si no es vital importancia.
- Lo primero, esto es de vital importancia. Y segundo no he venido sola, Edward me ha acompañado.
- Valla, el guapo novio de mi nieta viene a visitarme y yo estoy con estas pintas-. Dijo tincándose el pelo.
- Pues a mí me parece que está muy guapa-. Dijo una voz desde la puerta.
- Guapa no sé si sería la palabra adecuada. Soy Marie la abuela de esta mal educada que no nos ha presentado aún.
- Edward Cullen. Mucho gusto señora.
- Tenías razón, es encantador. – Me dijo nana en un susurro.
- Bueno.- Comento Edward.- He hablado con el médico y hoy mismo le darán el alta.
- Eso es una noticia estupenda. Estoy deseando se salir de aquí.
- Todo está arreglado-. Dijo mientras una enfermera entraba en la habitación.- Mientras esta señorita la arregla, me gustaría hablar contigo Bella.
- Pórtate bien, vendré en unos minutos.
Salimos de la habitación y fuimos a la cafetería.
- ¿Que querías decirme?- Pregunté mientras daba un sorbo de mi café.
- He estado pensando que tu abuela podría venir a vivir a Seattle con nosotros.
- No va a querer. Adora este pueblo y no va a querer ir. Intente que se viniera conmigo cuando me mudé, pero se negó en rotundo. Dice que no quiere ser una carga.
- Pues habrá que buscar otra manera de que esté bien atendida.
- Y la hay, ya verás.
Llegamos a la casa donde yo había vivido casi a la hora de comer. Una vez estuvimos sentados en la mesa, con la comida que habíamos comprado en el camino del hospital a casa.
- Tengo algo que informarte.- Le dije a mi abuela.
- ¿Qué? -Preguntó ella con precaución.
- Contrataré a una señora para que venga un par de horas diarias, para arreglarte un poco la cas ay que te haga la comida.
- No.
- Bueno, si esa opción no te gusta tengo otra.- hice una pausa mientras tomaba un bocado de carne.-  Te vendrás a Seattle con nosotros.
- Tampoco.
- Esa no es una opción. Te vendrás y punto.
- No creo que a tu novio le haga mucha gracia que me vaya a vivir con vosotros.
- En eso te equivocas, porque fue idea suya. Dije con una sonrisa en mi cara.
- No me iré con vosotros. – Contesto ella.
- Bien, pues entonces toma la primera opción.
- No quiero que gastes dinero en mí.
- Eso no es problema.
- Podré elegir yo la persona que venga a la casa.
- Claro, pero este tema tendrá que quedarse arreglado antes de que nos vallamos mañana.
- Esta bien, hablare con la señora Anderson. Ella seguro que está interesada.
- Bien, hablaremos con ella esta tarde. Para que empiece a venir la semana que viene.
Pasamos la tarde juntas hablando de lo cotilleos que había en el pueblo. También hablamos con la señora Anderson que estuvo encantada con el trabajo. Le conté como Anne, me había hecho prometer traerla para conocerla. La nana estaba encantada, le encantaban los niños y como dijo ella estaba deseando de conocer a su primera bisnieta aunque esperaba que no fuera la última. Cuando llego la hora de la cena, todo estaba arreglado.
A la mañana siguiente nos despedimos de mi abuela y volvimos a Seattle. Sabía que se quedaba en buenas manos, pero con todo y eso me sentía algo culpable al dejarla sola. Pero era así como ella lo había querido. Era casi tan cabezota como yo, aunque a mí no había quien me ganara a cabezonería.

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